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El hecho histórico de la Aparición de Nuestra Señora de Coro-moto fue comprobado por tres informaciones jurídicas llevadas a cabo en épocas distintas por la autoridad eclesiástica: la prime-ra, del Licenciado Juan Caldera de Quiñones, tuvo lugar en 1668; la segunda, del doctor Pedro Francisco Posada, en 1728, y la tercera, del doctor Carlos de Herrera, en 1746.
Existen además otros documentos de los señores Obispos de la época colonial, escritos de varios autores y hasta una carta del cacique Coromoto, en los cuales se asegura la real y verdadera aparición de la Santísima Virgen de Coromoto.
PRIMERA INFORMACIÓN JURÍDICA DE LA APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN DE COROMOTO HECHA POR EL LICENCIADO JUAN CALDERA DE QUIÑONES
Fray Alonso Briceño, décimo quinto Obispo de Venezuela, fue promovido de la Sede Episcopal de Nicaragua a la de Caracas; por motivos desconocidos, por vía Maracaibo, llegó hasta Trujillo, donde el 14 de julio de 1661 tomó oficialmente posesión de su cargo y mantuvo allí su residencia hasta su muerte, acaecida el 16 de noviembre de 1668 (1).
No pudiendo hacer personalmente la visita de su Diócesis, delegó sus poderes al Pbro. Licenciado Juan Caldera de Quiñones para que en calidad de Visitador y Juez eclesiástico practicara visitas en las ciudades de Barquisimeto y Guanare.
Anteriormente le había también dado la misma comisión para las ciudades de Coro y Tocuyo.
Era el Licenciado Juan Caldera de Quiñones un Sacerdote virtuoso e ilustrado que desempeñaba entonces el cargo de Cura
Rector y Vicario Foráneo de la ciudad de Carora. Más tarde obtuvo por oposición el curato de la iglesia parroquial de Coro, cuya vicaría desempeñó con acierto y contento general de los fieles hasta el año de 1696.
Investido con el cargo de Juez Visitador, el Licenciado Caldera cumplió su cometido con una competencia excepcional que lo destaca entre todos los visitadores eclesiásticos de la época colonial por el acopio de datos y documentos que nos dejó su actuación en las vicarías que visitó.
En febrero de 1668 estaba en Guanare, pero desgraciadamente el legajo correspondiente a su visita a la vicaría de Guanare se ha extraviado y por más rebuscas que hicimos en los Archivos del Arzobispado nos fue imposible localizarlo.
Tan sólo habían transcurrido entonces dieciséis años desde la Aparición de la Virgen Santísima a los indios, vivos estaban aún los testigos oculares de tan excelsa maravilla, así como también los que, como Juan Sánchez, Bartolomé Sánchez y Juan Cibrián habían tenido una intervención directa en los comienzos del culto a Nuestra Señora de Coromoto. Era, pues, aún tiempo propicio para tomar una información fidedigna de los acontecimientos v reconocer las bases sólidas de un culto que se había arraigado no sólo en el corazón de Guanare, sino también se había esparcido por los ámbitos de la provincia de Venezuela y en la parte limítrofe de la Nueva Granada.
Era tan vivo el deseo que tenían muchos guanareños de tributar honra, honor y veneración a Nuestra Señora de Coromoto que los impulsó a presentarse al Visitador Eclesiástico para pedirle la erección de una cofradía en su honor.
Caldera de Quiñones accedió gustoso a este impulso de fervor mariano, pero viendo la necesidad que había de dar a este culto base sólida, dispuso se levantara una información jurídica para comprobar la autenticidad de la Aparición de la Santísima Virgen de Coromoto.
A este fin fueron citados a su tribunal 7 testigos oculares, cada uno de los cuales, en autos separados, según expresión de aquellos tiempos, bajo la fe del juramento, dio sus declaraciones, que autenticaron las firmas del juez eclesiático y la del notario de visita. Sabemos de cierto que dos de los testigos fueron Bartolomé Sánchez y Juan Cibrián, compañeros de Juan Sánchez en Soropo, quienes al siguiente día de la Aparición de la Santísima Virgen, el 8 de septiembre de 1652, en compañía del indiecito hijo de la india Isabel, cuñada del Cacique, fueron al sitio de los Coromotos en busca de la Imagen milagrosa. Entre los demás testigos declarantes figuraban probablemente Juan Sánchez, la india Isabel la mujer y sobrino del Cacique, todos testigos oculares de los acontecimientos extraordinarios de septiembre de 1652.
Estas informaciones se asentaron in extenso al principio del Libro de Autos y Constituciones de la Cofradía de María Santísima de Coromoto
Seguían inmediatamente las constituciones de la Cofradía y terminaba todo, un auto u ordenanza del Licenciado Juan Caldera de Quiñones de Lara, por el cual aprobaba la cofradía, sus constituciones y mandaba se diese culto y veneración a la Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de Coromoto.
El Visitador Caldera de Quiñones, dice el declarante José de Montesinos, dio auto de «aprobación y declaratoria para que se diese veneración, culto y reverencia» a la Sagrada Imagen y dictó órdenes para que «citado y convocado el pueblo se colocase en el altar principal, con la mayor solemnidad que se pudiese, como se ejecutó por don Diego de Lozano, cura y vicario de la ciudad».
El fallo del Juez eclesiástico Juan Caldera de Quiñones, aprobando las constituciones de la primera Cofradía de Nuestra Señora de Coromoto y ordenando dar culto público y solemne a la milagrosa Imagen era una consecuencia lógica y necesaria de la autenticidad de la Aparición de la Santísima Virgen a los indios Coromotos, comprobada hasta la evidencia por las declaraciones que los testigos habían dado ante su tribunal.
El precioso documento de la información jurídica que ya hemos mencionado, llamado: «Libro de Autos y Constituciones de la Cofradía de María Santísima de Coromoto», formaba un grueso volumen, forrado con badana negra, de 206 hojas, las primeras escritas y las demás en blanco. Nos lo describe así un antiguo documento del inventario de los bienes de la Cofradía de Nuestra Señora de Coromoto, tomado al Mayordomo Gaspar de los Reyes por el señor Antonio de Angulo Villegas, cura vicario y juez eclesiástico de Guanare por ante el notario Andrés García de Reinoso, el día 3 de marzo de 1681.
Una copia de todos los autos, declaraciones y constituciones del Licenciado Caldera de Quiñones fue despachado al Obispo Fray Alonso Briceño para su conocimiento y ulterior aprobación, que fue dada por este Prelado e incluida en el libro respectivo. Esta copia, como los demás documentos del Licenciado Caldera, a la postre, tuvieron que ir a parar en los Archivos del Obispado de Caracas, los cuales, a pesar de haberse buscado diligentemente, no han aparecido.
El libro que contenía la información jurídica de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto quedaba siempre en poder del
Mayordomo de la Cofradía, que lo fue desde un principio don Cristóbal de Oy, en el se asentaban las entradas y salidas de la asociación y las innumerables dádivas que de toda Venezuela afluían ya a la Santísima Virgen de Coromoto.
Así, el 27 de febrero de 1677, el Reverendo Padre Capuchino Fray José de Nájera, misionero que asistió a los Coromotos, teniendo que irse para Caracas, por comisión del ilustrísimo señor Fray Antonio González de Acuña, nombró a Gaspar de los Reyes
Mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora de Coromoto. Anteriormente había ejercido este cargo, probablemente desde 1668, su suegro don Cristóbal de Oy, a quien el misionero de los Coromotos había tomado también cuenta, y reconocido que de limosnas recibidas tenía la Cofradía de Nuestra Señora de Coromoto, en efectivo, ya en los principios de su culto, 1.138 pesos y 7 reales de ofrendas.
Para dar una prueba de la universalidad que alcanzó en poco tiempo el culto de Nuestra Señora de Coromoto en Venezuela, per-mitasenos que se hagan algunas citas de dádivas hechas a Nuestra Señora del Coromoto en 1677 y 6 años subsiguientes.
(Copia del «Libro de cargo de las limosnas que he recibido desde el 26 de febrero del año 1677, que me nombró por mayordomo de los bienes de Nuestra Señora de Coromoto el Rvdo. P. Fray José de Nájera») (2):
Cinco pesos que trajo de limosna Juan Cabrera;
más tres pesos que dieron de limosna unos romeros de San Sebastián;
más ocho pesos que dio un romero que vino de Caracas; más 101 pesos que recibí a cuenta de la limosna que dan
Su Señoría Ilustrísima y los señores Prebendados de los que les tocan de los diezmos de esta ciudad;
más un jarrito de plata, el que pesó cinco pesos, que dio una mujer de Trujillo;
recibí cuatro candeleros de plata, pequeños, que envió de limosna el proveedor Pedro Jaspe de Montenegro;
más dos candeleros de plata, medianos, que envió el Capitán don Juan Ascanio, vecino de Caracas;
más dos candeleros de plata, pequeños, que envió una vecina de Maracaibo, que con éstos se ajustan 24 candeleros con que antes tenía la Cofradía;
más un incensario de plata que envió doña Juana Relder, vecina de Maracaibo;
más otras piececitas de plata, como son dedos, brazos, otras que han llevado en memoria de los milagros que ha hecho Nuestra Señora;
una sortija de oro con una piedra colorada que dio una mujer de Trujillo;
más 18 libras de cera que dio una vecina de Coro;
más media arroba de cera que dio de limosna un niño de San Sebastián;
más 10 libras que enviaron de Caracas; más media arroba que enviaron de San Sebastián;
más cuatro libras que dio el Licenciado Juan Díaz, de Caracas;
más recibí una arroba de cera que trajo un vecino de Mérida.
más 20 libras que trajo un vecino de Coro; más seis libras que trajeron de Valencia;
más 20 libras que dieron doña Alufrasia y otros vecinos de Barquisimeto;
más nueve libras que dio Nicolás de Paredes, vecino de Mérida;
más seis libras que dio don Carlos Desolangure, vecino de Mérida;
más cuatro libras que dio Alonso Lo Pato, vecino de Coro;
más dos arrobas que enviaron de Caracas;
unos manteles con punta de pita que dio doña Juana de Mesa, vecina de Caracas;
unas palias que envió doña Juana de Mesa con puntas de pita;
más otra palia labrada, de seda morada, que dio doña María Tristancho, vecina de Barquisimeto;
más dos botijuelas de aceite, la una la trajeron de Caracas y la otra la dio el Presidente, Fray José de Najera, que dijo él envió un devoto de…
más unas gradillas de madera que dio un vecino de Valencia.
Por lo que antecede, se ve cómo la Cofradía recibía cuantiosas dádivas de todas partes de Venezuela, mientras el mayordomo de la fábrica de la iglesia carecía de fondos para los servicios del culto y construcción del templo; por esta razón, por decreto del 25 de abril de 1715, el Obispo Fray Francisco del Rincón refundió las dos mayordomías en una sola, y desde esa fecha los bienes de Nuestra Señora de Coromoto fueron administrados por el mayordomo de la fábrica (3), siendo el primero que desempeñó, por poco tiempo, este cargo el Capitán don Diego de Matos Montañés; siguióle luego Antonio de Burgos, de 1715 hasta 1719, y desde esta fecha hasta 1723 el Alférez José de Montesinos, más tarde Alcalde de Guanare.
Las casas de la ciudad de Guanare, en su mayoría, eran de palma, ofreciendo así, en caso de incendio, pasto fácil a las llamas, lo que sucedió el 19 de marzo de 1723. El incendio de aquel día consumió 20 casas, y entre ellas la del mayordomo de la fábrica, José de Montesinos, depositario de los libros y bienes de la Cofradía de Nuestra Señora de Coromoto. De esta casa no se salvó absolutamente nada, ni siquiera el libro de autos de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto de Juan Caldera de Quiñones, según consta en la justificación de José de Montesinos ante el Juez visitador G. García Betancourt (4).
Muy sensible y de lamentar fue la quema de la Información de Juan Caldera de Quiñones antes de que nadie hubiese publicado la historia de Nuestra Señora de Coromoto.
Nuestro escritor colonial José de Oviedo Baños había, sin em-bargo, estudiado la documentación de Caldera, y en su Historia de la Conquista y población de la Provincia de Venezuela, publicada en Madrid en 1722, anuncia que en el segundo tomo de su obra incluirá la historia de la Aparición de Nuestra Señora de Coromoto.
SEGUNDA INFORMACIÓN JURÍDICA, HECHA POR PEDRO FRANCISCO POSADAS
Quemado el libro del Licenciado Juan Caldera de Quiñones, su contenido no quedó, sin embargo, completamente perdido; conocemos su parte esencial, debido a las declaraciones de tres personas que lo habían leído varias veces.
Estas personas son el Capitán Antonio de Burgos, el Alcalde José de Montesinos y el Alférez don Francisco de Alaejos. Los dos primeros porque, en su calidad de mayordomos de fábrica, habían sido depositarios del libro desde 1715 hasta 1719, el pri-mero, y desde 1719 hasta 1723 el segundo. El tercero, habiendo desempeñado el cargo de notario eclesiástico, había leído también las declaraciones.
Después del incendio de 1723, José de Montesinos renunció el cargo de mayordomo y le sustituyó don Juan Suárez Doncel.
Este, atendiendo a que se había quemado el Libro de Autos y Constituciones, con el fin de reorganizar la Cofradía y establecer sus estatutos, pidió al Vicario y Juez Eclesiástico de la Vicaría de Guanare, que entonces lo era el ilustrado sacerdote doctor Pedro Posadas, citara a declarar a los antiguos mayordomos de fábrica y de la Cofradía y al ex notario, quienes conocían los documentos perdidos.
El 20 de septiembre de 1728, el Capitán Antonio de Burgos y el Alférez don Francisco de Alaejos dieron sus declaraciones juramentadas ante el Juez y Notario don Juan Domingo Gómez de Ichazo.
José de Montesinos no apareció, por hallarse temporalmente ausente de Guanare; pero años después dio su declaración ante el Tribunal del doctor Carlos de Herrera.
La información jurídica del Juez Eclesiástico doctor Pedro Francisco Posadas, formada por las declaraciones de los dos testigos citados y de siete más, miembros de la Cofradía, si bien constituye una verdadera prueba de autenticidad del hecho histórico-religioso del 8 de septiembre de 1652, es sin embargo incompleto y deficiente, consta de 17 páginas y puede verse in extenso al final de la tercera información jurídica hecha posteriormente por el doctor Carlos de Herrera.
TRECERA INFORMACIÓN JURÍDICA DE LA APARICIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE COROMOTO, HECHA POR EL ECLESIÁSTICO DOCTOR CAR-LOS DE HERRERA
El sumario jurídico titulado Información de la Aparición y Milagros de María Santísima de Coromoto es el legajo más completo y documento que trata de la aparición y milagros de Nuestra Señora de Coromoto.
Fue principiado en Guanare por el doctor don Carlos de Herrera y el Notario Público y de Visita, Fernando Capdevila, el 3 de febrero de 1746 y terminado el 7 de marzo del mismo año.
Este antiguo y valioso manuscrito consta de 114 páginas, forradas con badana negra. Las 97 primeras traen las declaraciones de los 14 testigos citados por Herrera, y las 17 últimas la información del doctor Posadas, que fue agregada a este documento.

Para guardar el valioso Manuscrito del doctor don Carlos de Herrera, se hizo encuadernar con estas tapas de plata
El doctor don Carlos de Herrera era Cura Rector de la Santa Iglesia Catedral de Caracas, Examinador Sinodal, Vicario Superintendente y Visitador general del Obispado por el ilustrísimo Rector don Juan García Abadiano, Obispo de Caracas.
Herrera llegó a Guanare en visita pastoral, a fines de enero de 1746; presidió la solemne fiesta de Nuestra Señora de Coro-moto del 2 de febrero y quedó maravillado al ver el gran concurso de romeros que de distintas partes de la Capitanía General acudían, en los días de verano, a honrar a la incomparable Patrona de Venezuela, e hizo, según sus propias palabras, «las conducentes diligencias en solicitud de los instrumentos auténticos» que com. probaran la Aparición de la Virgen Santísima; pero todo fue en vano; por más diligencias que hizo, no pudo dar con ellos, pues, como queda dicho, se consumieron en el incendio general de 1723.
Por ser la documentación del doctor Pedro Posadas deficiente y pobre en datos, don Carlos de Herrera ordenó se hiciese una información completa de la Aparición y milagros de Nuestra Señora de Coromoto.
Quiero, dice Herrera en el Proceso informativo:
«. se haga plena información con testigos fidedignos y mayores, que puedan dar razón con toda realidad, distinción y claridad de la Aparición, del milagroso origen de la Imagen; del tiempo y lugar de su Aparición y de las personas que merecieron tal dicha y felicidad, como asimismo de las maravillas, portentos y milagros que desde el tiempo de su Aparición hasta el presente ha obrado la Virgen de Coromoto, para que en adelante se perpetúe la tradición y la realidad de su Aparición, y con el transcurso del tiempo no se pierda de la memoria cristiana este especialísimo favor que ha franqueado la divina Majestad en la comunicación de esta Soberana Imagen…, para que con el conocimiento de esta historia se enciendan más y más los corazones humanos en llamas del divino amor y aumente y se propague el culto a la Augusta Virgen María y se aprecie y estime la dádiva de esta Soberana Imagen de María Santísima con que ha favorecido y beneficiado al mundo.»
Herrera ignoraría la existencia o no conocería el paradero de la copia que de la información de Juan Caldera de Quiñones se remitió al Obispo Fray Alonso Briceño en 1668.

Primera página del manuscrito informativo del doctor don Carlos de Herrera
Al haberla tenido, probablemente no se hubiese dado el trabajo de formar el sumario jurídico, que constituye un documento de valor histórico completo e incontestable, y en el cual tenemos en cierto modo el vaciado de la información de Juan Caldera de Ouiñones con las declaraciones del Alcalde José de Montesinos. basadas íntegramente sobre el contenido del documento quemado en su casa en 1723 y que el Alcalde conocía por sus repetidas lecturas.
Además, la información de Herrera, más completa que la del Licenciado Caldera, trae la relación fidedigna de los sucesos maravillosos de 1652, de alta transcendencia en la historia de Nuestra Señora de Coromoto.
En el sumario de Herrera todos los testigos están contestes en reconocer como cierta y verídica la Aparición de la Virgen María. Los cuatro primeros, al declarar sobre la Aparición, lo hacen por lo que saben por tradición o por relación de otras personas que tampoco fueron testigos oculares; aunque si es cierto que la tradición conserva el fondo de la verdad, a menudo altera las circunstancias de los hechos o los desfigura.
Así es como en estas cuatro declaraciones hay cierta confusión de la Aparición de la Quebrada con la que tuvo lugar en la choza del indio, y algunas de las otras declaraciones se refieren solamente a los milagros.
El Presbítero Juan José Dorantes, citado a declarar, dio una información exacta sobre la Aparición, según referencias que tenía de Cristóbal Cibrián, de la familia de los pobladores de Soropo directamente relacionados con los Coromotos. Pero en esta información de Herrera hay sobre todo dos declaraciones de la mayor importancia, y que son suficientes para comprobar la autenticidad de la Aparición de Nuestra Señora: la una es la de Marcos Paredes de San Nicolás, y la otra, del Alcalde José de Montesinos.
Era Marcos Paredes un pardo activo e inteligente, de. tanta honradez y virtud que el misionero Jesuita Miguel Alejo Schabel, a quien trató y acompañó en su viaje a los llanos de Portuguesa y Barinas en 1704, no vacila en calificar de Santo. Dedicó casi toda su larga y fecunda existencia a la gloria y culto de Nuestra Señora de Coromoto. Fue testigo ocular del prodigio de la Virgen del Topo y del milagroso encuentro del sitio de la Aparición de la Santísima Virgen al Cacique; conoció a los indios que fueron testigos de la Aparición de la Virgen Santísima; oyó el relato detallado de la grande Aparición del 8 de septiembre de 1652 de boca de la misma india Isabel, testigo ocular de la Aparición; oyó probablemente la misma relación de la mujer del Cacique y del sobrino del mismo. Conoció de trato a Juan Cibrián y a Bartolomé Sánchez, compañeros de Juan Sánchez en Soropo, quienes, en su compañía, se presentaron al pueblo de los Coromotos en busca de la imagen milagrosa. Habló y convivió con los indios Coromotos, después de su segunda salida de los bosques, y de su propia boca oyó la relación fidedigna de los acontecimientos relacionados con la Aparición e historia de la Santísima Virgen.
Además fue el fundador de la iglesia y pueblo de Aparición de Nuestra Señora, sobre el mismo sitio de la Aparición de la Santísima Virgen al Cacique de los Coromotos, y durante muchos años recolectó limosnas en toda Venezuela para su construcción y mejora.
Al efecto de obtener las licencias de la fundación del pueblo e iglesia de Aparición de Nuestra Señora, tuvo que. presentar al Obispo y Capitán General todas las pruebas y certificación de la Aparición de Nuestra Señora, y sus gestiones fueron coronadas por el éxito más rotundo, pues dice el misionero, autor ya citado, en su memorial de 1704:
«La tradición y certificación auténtica, examinadas y aprobadas por el Obispo de Caracas, es que la milagrosa Imagen de la beatísima Virgen de Coromoto apareció y fue vista en aquel pueblo y que la aparición de la beatísima Virgen fue aprobada por el Obispo de Caracas por las diligencias de aquel amante de María.»
En una palabra, Marcos Paredes se interesó de un modo extraordinario por todo cuanto se relacionaba con Nuestra Señora de Coromoto. Conocedor a fondo de su historia hasta en sus mínimos detalles, por haber recibido unos de boca de los favorecidos de la Santísima Virgen y otros por haber sido testigo presencial, dio ante el Tribunal de don Carlos de Herrera una declaración extensa, precisa y pormenorizada, que constituye un documento del más alto valor histórico.
Otra importante declaración contenida en el manuscrito de Herrera es la del Alcalde José de Montesinos. Este no trató con los indios, pero había leído repetidas veces la información de Juan Caldera de Quiñones, quemada en su casa en marzo de 1723.
Es de notar que la relación que da de la Aparición del 8 de septiembre de 1652 concuerda en todos sus detalles con la de Marcos Paredes de San Nicolás.
De todo lo expuesto se deduce que, según los instrumentos judiciales de la información del Licenciado Juan Caldera de Quiñones y de la información del doctor don Carlos de Herrera, dados los primeros por testigos oculares y los segundos por testigos evidenciales, que tuvieron sus argumentos de los primeros, y por un testigo ocular, Marcos Paredes de San Nicolás, queda históricamente comprobada la Aparición de la Santísima Virgen a los indios Coromotos, de quienes tomó su nombre el pueblo donde se establecieron y de quienes ha tomado su advocación la Santi-sima Virgen María, Madre de Dios, Patrona excelsa de Venezuela, advocación netamente vernácula que constituye el timbre de gloria religioso mariano más auténtico y evidente a que podemos aspirar.
(1) Durante el gobierno eclesiástico de Fray Alonso Briceño, Trujillo fue en cierto modo la sede del Episcopado de Venezuela, pues a más de ser la residencia fiia del Obispo, allí estaba también el juez, provisor y Vicario General del Obispado, , el Licenciado Hernando Sánchez Mejía, cuyo hermano, el Licenciado Bartolomé Sánchez de Mejía, era cura beneficiado de la Iglesia Parroquial de Trujillo, terminada en 1662. Los restos del Obispo Alonso Briceño fueron depositados en la Parroquial. En la pared, al lado de la epístola, había una especie de losa de madera, que señalaba el sitio de su sepultura; pero por el año 1887 las letras de plata fueron robadas y la placa de madera retirada, según declaración que nos dio don Mgr. Estanislao Carrillo, entonces cura y Vicario de la ciudad de Trujillo. La circunstancia de haber sido remitida al Obispo Alonso Briceño la documentación de de Quiñones nos hizo suponer que tal vez podría encontrarse en Trujillo; con tal motivo nos trasladamos a dicha ciudad y revisamos todo el Archivo. Hallamos solamente dos documentos relacionados con la actuación del Obispo Alonso Briceño en Trujillo, los cuales dan constancia de su permanencia en dicha ciudad y de la actuación de su provisor y Vicario General. (A la muerte del Obispo el Archivo fue remitido a Caracas, donde sí hallamos muchos documentos de las visitas de Caldera de Quiñones, desgraciadamente los relacionados con su actuación en Guanare han desaparecido.)
(2) (Archivo del Arzobispado de Caracas)
(3) En el decreto original del Obispo, por el cual ordena la unión de ambas mayordomías, leemos lo siguiente: «En la ciudad de Guanare a los 25 dias de abril de 1715.
El infrascrito notario y secretario…, haciendo entrega jurídica conforme al derecho al dicho sacristán mayor no sólo de los bienes pertenecientes a dicha parroquial, sino los de la Cofradía de Nuestra Señora de Coromoto cuya imagen se halla sita en el altar mayor de ella. Usando Su Señoría ultima. de la facultad de que en esta parte goza desde luego agregaba y agrego, unía y unió la dicha cofradía de la fábrica de dicha parroquial para que los bienes de una y otra sirvan para un mismo ministerio, sin que se haya de tener por cuenta a parte, pues las rentas de una y otra han de entrar en la mis. ma conformidad. En poder del Capitán don Diego de Matos Montanés a quien con expresión de esta dicha unión ha librado Su Señoría últma. despacho de mayordomo en dicha parroquial y cofradía, lo cual se ha de observar en adelante como estatuto dado en visita pastoral para su perpetuidad…» Firmado, Francisco del Rincón, Obispo de Venezuela. (Archivos del Arzobispado Caracas.
(4) Memorial que presenta José Montesinos de lo que perdió en el in-cencio. «Archivos del Arzobispado de Caracas.)